jueves, 8 de noviembre de 2007

Artículo


Este es un importante artículo que nos comparte nuestra compañera de la Cámara de Comercio del Aburrá Sur, Irma Villa. A ella mil gracias por su aporte al blog.


LA TRANSFORMACIÓN DE IRLANDA


Por: Rodrigo Botero Montoya

En la segunda mitad del siglo XX, Irlanda hizo el tránsito del atraso y la pobreza a la categoría de nación desarrollada. Después de haber estado a la zaga del progreso material entre los países de su entorno geográfico, Irlanda alcanzó un nivel de ingreso por habitante que se sitúa entre los más altos de la Unión Europea. El proceso de desarrollo se aceleró durante las décadas finales del siglo, cuando la economía irlandesa se expandió a tasas anuales del orden de 7 por ciento durante quince años. Este fenómeno requirió superar traumas históricos que alimentaron sentimientos de victimización y aislamiento.


El cambio de mentalidad permitió modificar políticas que promovían la auto-suficiencia nacional y restringían la participación de Irlanda en las corrientes mundiales de comercio e inversión. En 1965, Irlanda y el Reino Unido suscribieron un acuerdo de libre comercio. En 1972, luego de negociaciones iniciadas en 1961, Irlanda ingresó a la Comunidad Económica Europea. Otras reformas atrajeron la inversión extranjera y proyectaron a Irlanda hacia el mundo.

En un libro reciente, Roy Foster, profesor de historia irlandesa en Oxford, ofrece una descripción panorámica de los años de crecimiento acelerado que dieron lugar a la expresión 'tigre céltico'. (Luck and the Irish: A Brief History of Change, 1970-2000. Allen Lane.) Al evaluar los cambios que dieron lugar al surgimiento de la Irlanda moderna, concluye que en varios aspectos, además del económico, el resultado puede atribuirse a una combinación de buena suerte y buen manejo. En otras palabras, se dio una coincidencia afortunada de circunstancias externas favorables que fueron reforzadas por la competente implementación de políticas públicas adecuadas.

Para Foster, el factor decisivo y duradero de la transformación que tuvo lugar en el transcurso de treinta años fue una nueva actitud mental. Ese cambio se manifestó a través de la economía, la política, la liberación femenina, la religión y la literatura. El proceso de modernización y de plena incorporación de Irlanda a Europa estuvo acompañado por la limitación del poder de la Iglesia católica sobre el Estado y sobre la sociedad civil. Hacia los años sesenta, los intelectuales católicos irlandeses empezaron a desarrollar formulaciones teológicas novedosas que implicaban utilizar el criterio propio para decidir cuáles de las decisiones de la jerarquía eclesiástica se consideraban razonables. Dicho de otra manera, aceptaron la premisa central de la Ilustración de pensar por sí mismos.

Esa independencia intelectual le permitió al Primer Ministro Garret Fitzgerald, un católico practicante, abstenerse de aceptar en 1977 la intervención personal de Pablo VI en un asunto gubernamental. Según Fitzgerald: 'El tema que el Papa enfatizaba era que Irlanda era un país católico -quizás el último que quedaba- y que debía continuar siéndolo. Al informársele de la necesidad de no antagonizar a la opinión protestante en Irlanda del Norte, el Papa respondió que él sabía cuán trágica era esa situación. Pero que eso no podía ser motivo para cambiar ninguna ley irlandesa que hiciera menos católico al Estado'.

Una de las leyes que Pablo VI recomendaba mantener vigente era la que prohibía la contracepción, un vestigio del predominio clerical sobre la sociedad irlandesa que existió en el pasado. La derogación de esa norma, para permitir el acceso a los métodos modernos de planificación familiar, constituyó una vindicación de los derechos de la mujer en Irlanda. Esa medida, la legalización del divorcio y la eliminación de otras leyes discriminatorias contribuyeron a desmantelar un andamiaje jurídico patriarcal diseñado para institucionalizar la subordinación de la mujer. Como símbolo de cambio, Mary Robinson, profesora de derecho, defensora de los derechos humanos y esposa de un protestante, fue elegida presidenta en 1990. Anunció que ella se proponía representar una Irlanda 'abierta, tolerante e incluyente'.

Irlanda logró sobreponerse a una versión autoritaria de fundamentalismo católico que parecía ser parte inmodificable de su cultura. Foster describe lo ocurrido en materia religiosa entre 1970 y 2000, evocando la pregunta clásica de examen de historia: '¿Por qué en Irlanda no tuvo éxito la Reforma?' En su concepto, la respuesta correcta actual a esa pregunta sería: 'Sí lo tuvo, pero se tardó 450 años'.

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